martes, 24 de agosto de 2010

GINA GOGIN Y LAS RADIOS DEL PERU

ENTREVISTA A GINA GOGIN
16 de julio de 2010
Del 80 hasta el 2000, ¿qué cambios, qué tendencias hubo en la radio peruana, a grandes rasgos?
La verdad es que esa es una pregunta bien dura. Del 80 al 2000 no me acuerdo ni de mi propia vida. Así que creo que la dejamos para la próxima vez, porque no quisiera equivocarme. Lo único que quisiera decirte es que me ha hecho feliz fue volver a la radio. Yo estaba alejada de la radio hasta el año pasado. Tú sabes, por razones de trabajo y posibilidades. El año pasado comencé a dictar de nuevo “Taller de Radio 2”, que era mi curso estrella cuando yo estaba en la Universidad de Lima. ¿Por qué? Porque era un curso en el que se enseñaban proyectos de radio, y para enseñar un proyecto de radio lo que se hacía era un estudio de factibilidad, que implicaba hacer un estudio de competencia, de públicos, del espectro radial. Eso lo hice en la Universidad de Lima hasta el 2003, y he vuelto a hacerlo en el 2009, pero no en Lima, sino en Cajamarca. Y me pareció más interesante hacerlo en Cajarmarca que en Lima. Ahora tengo el primer estudio de oferta radial en Cajamarca.
Estudiar la radio en Cajamarca es un poco regresar a uno de tus primeros trabajos: el de la radio en Bambamarca, que es, además un trabajo pionero sobre ese tipo de radio que se hacía allí. ¿Por qué no nos cuentas algo de eso?
Bueno, en los 80 empezaba el boom radial en el interior del país. Porque en el interior del país la radio es mucho más importante que cualquier otro medio. Sigue siendo importante. Por eso yo creo que quien no ha viajado al campo, a la zona rural, no sabe lo que es la radio en este país. Sabe lo que es la radio en relación con lo que pasa con Estados Unidos y países europeos, pero no con nuestro campesinado. Ese fue un trabajo, como tú dices, pionero. Porque yo me caminé toda Bambamarca (que es una provincia), Hualgayoc, y parte de Chota (ahora es diferente, regresé hace poco, ya hay carretera, por la mina), porque me habían encomendado hacer mi primer trabajo profesional, que consistía en realizar un mapeo de las radios campesinas, que eran radios hechas por los propios campesinos a partir de piezas viejas de radios malogradas. Es decir, cogían transistores, los unían y los hacían trabajar con pilas. Y se dieron cuenta que a partir de poner un tocadisco y un disco, la radio captaba la música, y empezaron a aparecer estas emisoras por cualquier lado. Al margen de llamarse comunitarias o populares, la radio empezó a ser un medio de comunicación, porque el campesino vive en casas aisladas, no es como en la ciudad, tampoco son como las casas en Las Casuarinas, y a veces su chacra queda muy lejos, y entonces no hay forma de comunicarse. Tienen un instrumento musical que lo utilizan para comunicarse, pero después no hay manera. Lo único es caminar. Pero ya con la radio podían. Empezaron a salir así las radios y también los técnicos que hacían estas radios a las que llamaron “hechizos”. Y empezaron a salir en casi todas las comunidades o estancias, y se hizo el boom radial. Competían con las ediciones entre comillas formales; formales porque estaban en las plazas de armas y no en el campo-campo, y porque los equipos eran comprados en las zonas urbanas. Yo me encontré una vez con un campesino tejiendo los famosos sombreros de Bambamarca (que los venden a 700 soles ahora), y allí, al costado, su radito, transmitiendo. No sé por qué me emociona tanto. Esa fue mi tesis de licenciatura. Volví a Cajamarca después de 21 años y allí no la conocían. Ahora, en el 2010, hice un blog allá sobre comunicación para el desarrollo en Cajamarca. Hice que los chicos publicaran a partir de un libro de CEPES sobre las radios de Bambamarca y otros lugares. Hice que publicaran ensayos de opinión propia sobre esas radios rurales, porque no las conocían. Tampoco los chicos que estudian comunicaciones conocen ese tipo de experiencias. Ni en provincias. Así que “Actualidad cajamarquina”, que es un periódico online, me sacó un artículo.
¿Y cómo encontraste las radios rurales después de tantos años?
Siguen habiendo, con un estilo más parecido al chichero de acá, pero se respetan mucho entre ellas, y hay muchas radios que copian el modelo religioso. Pero en esencia siguen siendo parte de la identidad del caserío. Es decir, siguen programando su música. Algunas, que se han pegado al lado educativo, están sirviendo a intereses de algún proyecto agropecuario o agroindustrial o de la mina.
¿Son informales o algunas son formales?
Todas son informales porque los requisitos del Ministerio de Transportes siguen siendo los mismos. Aunque habría que chequear eso; está, por ejemplo, Radio Mi Yanacocha, de la mina Yanacocha, que también ha copiado ese estilo.
¿En tus viajes a otros lugares has visto experiencias similares?
Sí. En estos años he conocido muchos tipos de radios. Con las radios campesinas me pegué, pero después vino la época de la violencia, durante la que no pude salir.
¿Qué noticias tuviste de esa época? ¿Continuaron las radios? ¿Tuvieron problemas?
Me dijeron que ya no había radios. Pero, después de muchos años, volví; no he ido a Bambamarca, pero ahora me dicen que las radios continúan. Incluso, cuando he estado con mis alumnos, me dicen que han aumentado. Porque a mis alumnos les mandé a hacer un mapa radial de Cajamarca. Me preguntaron: “Miss, en AM ó FM”. Les respondí: “En las que quieran, en las que puedan”. Lo que yo quería era que abarcasen todas las radios posibles. “Yo premio a las que busquen todas las que existen”, y allí empezaron a recordar: “Cuando voy a visitar a mi tía, hay una en el caserío tal”. “Ah, pues, anda”. Y así empecé a darme cuenta. “Yo vivo por Celendín, porque yo de verdad he nacido en Celendín”, me decía una chica, en una Universidad privada, que es la más rankeada por allá, y lo más rankeado es siempre lo blanco. Así, en una Universidad que puede que no sea la más pituca, pero que aparezca como, los chicos comenzaron a botar sus orígenes. Y en sus orígenes estaba: “Yo soy de Celendín”, “yo soy de Chugur”, y me empezaron a botar las radios que conocían. Entonces yo estaba sin poder contenerme en el aula, queriendo irme de trabajo de campo con ellos. Me lo aceptaron pero no había día posible, porque yo solo dictaba dos días a la semana y no tenía plata como para quedarme allí a hacer trabajo de campo. Pero sí tengo un mapeo de radios, donde aparecen campesinas. Se puede sacar por el mapeo que hay muchas, y por conversaciones que hemos tenido con los chicos en sus exposiciones.
Sería interesante encontrar financiamiento para esa investigación. Poder precisar, años después, cómo está el panorama de las radios campesinas.
Sí. Yo creo que sí se puede encontrar porque Cajamarca es ahora un departamento que tiene mucho dinero. Yo me moría de ganas, pero no pude hacer nada, ni viajar ni nada. Por eso lo que hice fue agarrar una emisora del propio Cajamarca, Radio San Francisco -que nos salía como la más escuchada por los jóvenes- como objeto de estudio, porque no podíamos con ninguna rural, a pesar de que los chicos querían. ¿Qué pasaba? Que yo quería que en el curso salieran con un proyecto para una radio concreta; ir y ofrecérselo. Aunque fuera una hora que nos dieran. Radio San Francisco aceptó. Nos dieron un programa de 9 a 11 de la noche, los domingos. Eso fue el año pasado por octubre, noviembre y diciembre.
¿Y qué tal la acogida?
Bien. No pudimos hacer el sondeo último porque los chicos terminan las clases y se dispersan. Pero resultó que Radio San Francisco era la radio más antigua de Cajamarca, con una historia familiar de sus dueños muy interesante, y quería en ese momento –precisamente- hacer un giro para ser una radio dedicada a universitarios, a expresión de universitarios. Y justo se hizo un convenio con la Universidad Privada del Norte, sin saber, ¿no? Y cuando supieron que yo era profesora de allí y estaba interesada en esto, nos hicimos patazas. Tanto así que por una de las hermanas de la familia (porque toda la familia trabajaba en esto, los papás les habían dejado la emisora) me hice, en la web, admiradora de Radio San Francisco. Pero no sabían muy bien qué sacar en la web; entonces la web fue otro grupo de trabajo de mis alumnos, que se hizo cargo de la web. Por eso estuvimos en la celebración de sus 45 años vida, apoyando. Hicimos un spot radial, y todo el análisis de la oferta y de la audiencia. Nos dieron un horario malo para radio, de 9 a 11 los domingos todo el mundo estaba viendo los programas políticos, así que lo que se pensó fue un programa de relajo y un programa de sexología, pero no en tono de broma sino en tono muy tranquilo y hablando de sexología no en términos generales sino en qué significa sentir.
En esa parte académica, esa parte de estudios de las audiencias y de la programación para luego hacer propuestas, también fuiste pionera, entonces, también me interesa eso, porque se vincula con la época que estoy investigando. ¿Cómo comienzas en la Universidad, cómo empiezas a hacer ese tipo de trabajo con los alumnos y qué proyectos llevaste a la práctica y con qué resultados?
Bueno, el proyecto del que más me acuerdo es La Puerta, porque yo he sido directora de La Puerta, solo que no quise figurar. A Paul, mi hermano, se le contrató como productor. Fue contratado a partir de presentar tres propuestas: uno de ellos era Segundo Armas, otro alguien de la calle, y Paul. Y fueron los chicos, fueron mis alumnos, los encargados. Luego también sacamos un programa en otra radio que desapareció, una tipo Felicidad. Teníamos dos grupos haciendo radio, radio para afuera. Tengo los programas grabados. Y teníamos Radio de Miércoles (solo para la Universidad). Entonces, a mí me gustaba el sonido. No me gustaba enseñar lenguaje de la radio, pero sí me gustaba enseñar proyectos radiales. En realidad, todo lo que significa planificar algo con objetivo, y estudiando al público, para a partir de eso generar algo nuevo. Algo parecido a la investigación de mercado, pero desde un punto de vista cultural y de investigación seria.
¿Cuáles fueron tus fuentes para eso?
Lo que te puedo decir es que la vida ha sido al revés. Después he trabajado con Rolando Arellano. Después que salí de la Universidad de Lima. En la Universidad aprendí mucho con Rosa María Alfaro, y aprendí mucho con Teresa Quiroz la parte cuantitativa. Bebí de las dos fuentes, y tenía una tercera fuente que era el Diablo Zamalloa. Y luego otra gente más; Walter Neira, por ejemplo. Y mi asesor, que en paz descanse, Manolo Marzal. Él me enseñó a ser antropóloga, a manejar los datos y a conjugarme como comunicadora y antropóloga. Me acuerdo que él me decía mucho –y creo que recién ahora entiendo por qué- que yo era una comunicadora muy militante, y que quienes son comunicadores militantes solamente se quedan en eso; si no tienes bases en ciencias sociales, estás perdida, porque la comunicación es una disciplina nómade, se puede alojar como una mosquita, en cualquier lado. Yo he tratado de prepararme, también. Fui socia fundadora de Calandria. La hicimos cuatro personas, y leíamos y discutíamos. Yo venía haciendo eso por mi cuenta, y eso le gustó a Rosa María Alfaro. Yo venía haciendo lecturas con Desiderio Blanco. Le pedí a él que me hiciera un plan para estudiar filosofía, y Desiderio no me hizo un plan de historia de filosofía como todo el mundo sino un plan de filosofía del lenguaje. Y luego sociología y la teoría de la dependencia con Aníbal Quijano. Lo que yo quería era aprender ciencias sociales. Paralelamente a radio enseñaba métodos, comunicación y cambio, y procesos interculturales. Luego sentí que podía tener cierta creatividad.
Entonces también había algo pionero en lo que dictabas, que era esta oposición a la teoría hipodérmica, cuestionar a la Escuela de Frankfurt, ponerse un poco a favor de los géneros, encontrando en ellos no solamente a la cultura hegemónica sino también a una cultura popular que todavía estaba viva y que permitía conectarse con la gente. Eso, creo, todavía está muy vigente, y ustedes fueron de los primeros aquí que lo planteaban. ¿Cómo recuerdas eso? ¿Cómo lo planteaban en los cursos de radio y lo llevaban a la práctica después?
Al principio nos nutrió mucho el haber pasado por otros mundos que no eran los académicos. Yo siempre he tenido un pie en lo académico y un pie en el mundo del desarrollo. Y el mundo del desarrollo también genera su propia literatura. Gracias a la Universidad también conocí CIESPAL, y conocí a la gente de radio, y estuve presente en muchas discusiones sobre radio, para qué servía la radio en el mundo popular. Y por otro lado también tiene que ver… Bueno, Marco Martos me dijo una vez que yo era muy sonora, y que por eso había terminado en radio. Yo estudié piano clásico unos cuatro o seis años, obligada por mi padre, quien nos sentaba todos los sábados a escuchar arias y sinfonías para preguntarnos después qué entendíamos. Creo que eso se queda, y por eso es que podía encontrar el ritmo de una sesión o de una escena. Por eso cuando escucho producciones de otros países, vía José Ignacio López Vigil, cuando lo conocí, o Cristina Romo, o Mario Kaplún, me empieza a encandilar el sonido, y el sonido es cultural también. Empiezo a conversar mucho con Mario Kaplún…
Y lo emotivo que puede ser el sonido, no solo el sonido de la música…
Sí, y los decibeles… Incluso una vez, conversando contigo, te dije “yo entiendo la sinfonía, pero no la logro decodificar”, y tú me dijiste que yo era prelingüística.
Lo que es un elogio…
En cierto mundo sí.
Claro, Julia Kristeva…
Pero es la verdad. Yo me pego, y no lo decodifico en términos culturales, en términos de idioma. Claro, no es ni sonido ni nada, es como si lo entendiera.
Pero eso implica también comprender la recepción popular a los mensajes de masas por el lado emotivo.
Quizás sea sensible a eso. Yo creo que sí. El tutor que tuve en investigación cualitativa me dijo que yo andaba por esa onda.
¿Cómo esa onda?
Bueno, mi hija me dice que yo soy muy llorona. Una vez, cuando ella era chica, me dijo: “Eres muy sensible”, cuando quiso decir “sentimental”. Y cuando yo me especialicé en investigación cualitativa, bueno, nos cuidaron mucho antes de mandarnos al campo. Siempre hay un tutor que te cuida y que va viendo tus aptitudes y sacándolas: Este es muy bueno para observar, este para leer, otros para tacto, y yo más bien le decía que en los ambientes me daba dolor de cabeza o de estómago, y él me decía que estaba muy bien, porque el ambiente me estaba comunicando algo. Entonces, el ambiente afectivo también es importante. Una conversación puede ser un ambiente afectivo. Estás creándolo también, y eso te afecta. Alguien te cuenta algo y tú estás pensando el ambiente afectivo.
Y eso metodológicamente también era innovador: tomar en cuenta que el observador, el científico, es parte del proceso. Ahora, todo eso era nuevo entonces. Recuerdo que yo venía de San Marcos, del marxismo duro, la escuela de Frankfurt, los estructuralistas, y estas posturas de ustedes me resultaban algo extrañas…
Bueno, pero yo también lo hacía como historia. A mí Walter Benjamin también me gustaba.
Sí, pero Benjamin era el más heterodoxo de la Escuela de Frankfurt.
Sí, y ahora está de moda.
Ahora está de moda, pero también superado, porque Benjamin de todas maneras tenía ese prejuicio contra los productos de masas.
Claro que sí, era un elitista. Todos ellos.
Pero Benjamin tenía algo que Adorno y Horckheimer, no. Por ejemplo, la importancia del cuerpo.
Claro, pero a mí ya me empezaba a importar eso.
Así es, y cuando ustedes hablaban de resemantización y de los usos que se le daba al mensaje, era algo nuevo. Rick Altman, un norteamericano que escribe sobre cine musical americano, destaca el hecho de que el público bailara las piezas de los musicales, de que las cantara cambiándoles las letras, y dice que eso implicaba que el público estaba usando de manera creativa esos mensajes de masas. Eso, por ejemplo, ustedes ya lo planteaban ustedes entonces: la resemantización, los diferentes usos. Y eso era pionero, y es algo en lo que todavía habría que insistir.
En cine no sabes las cosas que hay en el campo. Por ejemplo, hay una señora que tiene un hijito que se llama John Smith. Y no sabes el auge que tienen las películas, y las americanas.
Las películas de género. Y de géneros que acá se desprecian…
Sí, y estoy hablándote de las zonas rurales, de las casitas separadas.
Volvamos a tu experiencia de profesora de radio en esos años. ¿Viste que cambiabas la mentalidad de los alumnos, que lograban asimilar estas nuevas teorías o estas nuevas posturas metodológicas?
Mira, yo recién me doy cuenta de que ensañaba bien, y últimamente a través del Facebook. Yo abrí el Facebook por mi hija, para ver qué sucedía con eso, porque ella andaba pegada al Facebook. Y ahora soy yo la pegada. Y ahí encuentro cosas como: “Nunca me olvidaré de tus clases”. Siempre referencias a eso. Pero cuando yo dejé de trabajar por problemas de salud, mi hermano Paul empezó su carrera, y se hizo conocido, y él parecía de la (Universidad) de Lima porque había seguido cultivando las amistades de allí. Y cuando llego yo a la Universidad Privada del Norte, donde él también había sido profesor, el primer consejo que me da él es: “Hazte amiga de los alumnos”. Todo eso yo ya lo había escuchado. Evidentemente, como dice mi madre, yo no parezco humilde, puedo parecer muy altiva, aunque yo soy humilde. Yo puedo parecer todo lo altiva que quieras, pero solo socialmente; en este terreno de la chamba, no. Pero no soy como Paul. Paul es más loco que yo, más buena gente que yo. Yo puedo ser buena gente, pero soy una académica de viejo cuño. Preparo mis clases, dicto. Y últimamente empecé a notar eso: “Siempre recuerdo sus clases”. Que es lo que también estoy escuchando en mis clases de San Marcos. Recién ahora siento que estoy dando lo mejor de mí en mis clases, las preparo como una mise en scène porque siento que, después de mi hija, ese es mi otro mundo, y no existe nada más, además de la poesía. Pero en ese tiempo yo daba lo que leía, daba lo que escuchaba, no pensaba que estuviera dando nada distinto. Hacía mis esquemas en la noche, y los conversaba con mis asistentes, con Carlos (Rivadeneyra), con Rolando. Y ellos me decían: “Gina, está de la puta madre”. Ellos eran mi mejor reservorio.
¿Qué pasó? ¿Por qué no continuó eso?
Sí continuó, mira donde está Carlos Rivadeneyra. Rolando no ha dejado lo religioso. Pero, ¿sabes qué? Fueron avances con miedos. Yo estaba casada con un español que me traía los libros que yo necesitaba. Estaba en ese tiempo Baudrillard, y les metía esas cosas a las clases…
Vamos a las radios religiosas. ¿Cómo nace la investigación? Va del 92 al 97…
Cuando me dijeron que el tema ya estaba agotado. Así me dijeron. Y luego viene Bush…
Con el fundamentalismo, tremendamente influyente en el gobierno norteamericano y en el mundo entero.
Claro. Bueno, el interés en las radios religiosas nace desde la maestría en antropología. Me interesan la antropología y la religión. Me empieza a fascinar el mundo de las religiones, pero no le daban ninguna importancia. Le empiezan a dar importancia en la Católica. Me han publicado en la Católica en varios libros. También en Páginas, Eliomar Ferrer en Colombia, Ediciones Salesianas en Quito. También en la Complutense y en Uruguay. La de Lima me publicó este único libro (Presencia de la radios religiosas en Lima). Este libro fue hecho gracias a Pepe Valdizán, Juan Abugattas, Fernando Silva Santisteban, Pepe Perla y María Luisa de la Rocha, que hicieron presión. De allí vino la idea de hacer un estudio sobre programas radiales religiosos, porque estaban saliendo a tope. Y yo dije, como Rosa María ha hecho su modelo de analizar programas, ¿por qué no para el mundo radial religioso? Esto estaba pensado más para la Católica, pues Manolo Marzal me invita a formar parte del SIER (Seminario Interdisciplinario de Estudios Religiosos), y allí a la comunicación no la veían muy bien. Entonces dije: “Se joden, porque voy a empezar a hacer ejercicios de radio”. Yo presenté primero el proyecto a Calandria. Rosa María fue a Europa con una cartera de proyectos, pero dijo que no lo encontró. Así que dije: “Lo presento a la de Lima”. Y lo aceptaron. Fue un proceso muy lindo. Quienes me animaron fueron Juan Abugattas y Fernando Silva Santisteban. También Manuel Marzal. Yo le dije: “¿No estás saturado como para el libro?”. “No -me dijo- es como un manual”. Y también Rafo Roncagliolo. Él le hizo la reseña para Scientia et Praxis.
El libro es bien interesante en varios niveles.
Pero ha sido criticado también.
Es que no es complaciente…
No, me llamaron de Radio Santa Rosa.
Claro. En una de las conclusiones incluso se sugiere que el discurso de todas las iglesias es un discurso más o menos autoritario.
Sí, pero además, no termina diciendo: “Miren cómo es la religión”. Es solamente hablar de su sonoridad.
Así es. El discurso es autoritario no por lo que se diga, sino formalmente autoritario, ¿no es cierto? Eso es lo interesante, cómo la forma es también ideológica.
Sí, y al final dice: “¿Qué hacen en los medios?” Si no saben por qué están en los medios, ¿qué hacen allí?
Tú crees que sí sabían que hacían en los medios, ¿o no?
Algunas sí. La Iglesia Católica no, tan pedante como es.
Curioso lo que dices de la Iglesia Católica, porque la imagen en el libro de la Iglesia Católica, en Santa Rosa, en Omega, efectivamente es esa: como que ha perdido el rumbo, la brújula, y que actúa un poco por inercia.
No hay homogeneidad.
Eso no está tan claro.
Sí, porque es solo una congregación, la de los dominicos. Pero qué raro que tratándose de la iglesia más importante del horizonte cristiano no tenga una expresión oficial, como Canal 7 lo es del Estado, ¿no? Por eso cuando Benedicto dice algo, todo el mundo se carga contra Benedicto. Qué raro que no haya funcionado orgánicamente, debería tener una estructura; pero no le importa, me parece que en ese sentido es pedante. No lo pude decir en el libro, porque esa es una crítica mía. El libro es metodológicamente limpio. Por eso me escribieron de varios países. Me enteré que la Universidad Gregoriana de Roma, que es cien por ciento pontificia, la usaba como libro de texto, y mandó pedir permiso para traducir al italiano la parte metodológica. Ojo, porque algunos querían aplicar la metodología en distintas partes del mundo. Una monjita de Mozambique, por ejemplo, quería aplicarla en Mozambique.
Ahora, tú estudiaste radios limeñas. ¿Sabes si el panorama era igual en otras partes del Perú?
Es igual. No hay. La institución oficial, que es CONAMCOS, no tiene una estación oficial.
Pero digamos, Onda Azul…
No, es lo mismo. Son radios de congregaciones. Ni siquiera hay diocesanas. Puede haber programas del obispo, pero porque a él le da la gana. Por eso se le va gente. Por ejemplo, en Cajamarca, ahorita hay otra radio distinta a la de Yanacocha, pero es evangélica.
Entre los evangélicos también hay matices, ¿no?
Lo que pasa es que en evangelismo se pueden abrir iglesias, todas con el mismo rango.
También había programas hechos en el extranjero. Entonces, ¿no era un poco mecánico…?
Para ellos no. O sea, pueden meterse en la iglesia que quieran. Siempre es el evangelismo. Pero es una transnacional. La Alianza Cristina y Misionera era eso. Radio del Pacífico era puro enlatado. Y el programador era un gurú. A mí me llamaron un día para hacer un estudio de mercado, pero luego quisieron imponerme ciertas condiciones. Para hacer eso tienes que ser medio religiosa también.
Un paréntesis para una pregunta de curiosidad. ¿Radio Victoria, cuando tú hiciste la investigación, seguía perteneciendo a los Cavero y alquilaban ellos los espacios a la Iglesia Pentecostal?
Sí, sí. Le daban más plata que tomarla bajo su cargo. La Iglesia Pentecostal es fortísima. Ha crecido. Ya no sé en Lima, pero lo sé en Cajamarca.
El caso más raro era el de Alfa y Omega, ¿no?
Sigue siendo un solo programa que va migrando. No son como los pentecostales.
¿Tú les has seguido la ruta?
Sí.
Podrías sacar otro libro.
Me encantaría que mi tesis de maestría se publicara. Ya salió en Internet, no sé por qué. Ha salido todita. Odio a Internet. Mis Power Points también han salido en Internet.
¿No me digas? ¿Eso se puede hacer?
Sí. No sé quién los ha sacado toditos. Yo hago Power Points para mis alumnos. Los hago bien bonitos. Pongo: “Hasta pronto”, “cuídense”. Tengo además una empresa ficticia que se llama “Condesa Producciones”, otra: “Comunicación Global 1948: La Fantasía Orwelliana”.
¿Cómo ves ahora el medio radial?
Me parece que la radio hoy en día está repuntando. Calladamente para quienes están más preocupados -como siempre- por la punta del iceberg y Lima como centro, que solo se miran el ombligo. Pero la radio seguirá siendo, como dijo Bertold Brecht, emisor y receptor. No pensé que hablar de la radio me habría de emocionar. Parece tonto decirlo. Parece tonto escuchar que alguien diga que hablar de un medio la emociona. De un medio masivo de comunicación, además. Pero creo que si uno mira la historia y recuerda que diez personas de un lugar olvidado se enteraron de una guerra mundial con ese aparatito, deja de ser tonto. Deja de ser tonto cuando uno -aunque sea- se imagina que gente que toma leche regalada, que es casi agua, y un poco de arroz blanco, todos los días de su vida, se ríe, se entristece, con el aparatito, mientras cuida sus vacas o aligera el paso desde las tierras de pastoreo hasta su casa. Deja de ser tonto.

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